viernes, 14 de octubre de 2016

¿Oyes eso?

"Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro, y a veces lloro sin querer"
 (Rubén Darío, Canción de otoño en primavera, 1905)

Esto recitaba el gran poeta nicaragüense cuando tenía 38 años y todavía hoy muchas personas mayores lo dicen cuando nos ven a los jóvenes. Y es que este tesoro que es la juventud es tan apasionante como pasajero y como cualquier tesoro, es necesario cuidarlo. 

¿Y cómo podemos atender a los jóvenes de una forma íntegra?  Pues normalmente la atención a los jóvenes se puede hacer desde diferentes perspectivas, la primera busca garantizar su futuro, servirles de guía hasta llegar a la edad adulta, y la segunda busca atenderles como un colectivo de la sociedad numeroso y existente que como el resto tiene derecho a ser atendido como portador de derechos. Ciertamente ambas perspectivas son importantes, y esta sinergia es la que garantiza una atención integral a la juventud, pero ojo, que "esos locos bajitos" de antes crecen rápido y nada se parecen (ni ellos ni sus circunstancias) a los de generaciones anteriores.

Es evidente que el contraste generacional es mayor a medida que pasa el tiempo, ya no son los abuelos los que dicen "en mis tiempos te mandaban a callar y tu chitón", ahora son las personas de 22 años las que se asombran al ver como los menores empiezan a tener relaciones sexuales a los 12 años mientras otros a esa edad solo pensábamos en deporte, muñecos de acción y "las chicas son un royo". Quizá nunca podamos corroborar en qué época se estaba mejor, pero lo que está claro es que los tiempos cambian.

Por las características del momento la juventud que tantos autores enmarcan desde los 15 a los 30 añós bien podría situarse desde los 11 hasta los 35 ya que las famosas charlas sobre la sexualidad y los métodos anticonceptivos cada día parecen llegar más tarde y los jóvenes se emancipan de sus padres más tarde también. 

Los/as trabajadores sociales vivimos trabajando ante una realidad cambiante, como decía Heráclito "nunca te bañaras dos veces en el mismo río, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos." Partiendo de esta premisa, cada vez es más difícil encontrar expertos en la juventud. Pese a que ciertas conductas se mantienen comunes en las personas de este rango de edad, los trucos de antes para tratar a un joven ya no sirven.

¿Y qué podemos hacer para adaptarnos rápido a los cambios que sufren los jóvenes? Siempre he pensado que pocas personas hay que conozcan mejor a alguien que esa misma persona. Ya se que tu madre muchas veces te conoce mejor que tu o incluso algún pariente- persona cercana, pero antes de entrevistar al entorno es importante reunirse con los jóvenes. Es así, para tratar con los jóvenes hay que escuchar a los jóvenes, nadie mejor que un joven sabe lo que necesita.

Si salimos a la calle podemos encontrar las cosas que más gustan y que más preocupan a los jóvenes. Si hablamos de lo que más les gusta, entre ellas se encuentra el deporte, viajar, vivir experiencias nuevas, quedar con los amigos, el amor, salir de fiesta, ser autónomos, poder opinar y en definitiva ser felices. Si analizamos qué es lo que más les preocupa sería la precariedad salarial, la no libertad de expresión, la falta de oportunidades, la soledad, el futuro incierto, las guerras, el exceso de responsabilidades, y entre muchas otras cosas no ser felices.

Si, al final todo gira entorno a lo mismo, la gente quiere ser feliz por norma general y aunque a veces confunde los medios, ese es su fin último. Es por ello que para poder guiar a los/as jóvenes hay que escucharles, como en una buena intervención social. Debes de atender a lo que la persona quiere lograr y a lo que está dispuesta a hacer al respecto, y desde ahí trazar vías reales (si existen) para conseguirlo. Solo de esta forma podremos conseguir construir el futuro que al final los jóvenes tomarán.

Como trabajadores sociales debemos de dar voz a quien no la tiene para que pueda exigir los derechos que tiene. Personas mayores, mujeres, personas con diversidad funcional, niños y niñas y por supuesto, los/as jóvenes.




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